El verano pasado, la animadora Paisley Smith practicaba la acrobacia árabe. La maniobra consiste en apoyar las manos. Luego hay que dar una vuelta hacia atrás y a mitad de la voltereta, hay que girar el cuerpo. Al golpear la colchoneta con las manos, Paisley se rompió el codo izquierdo.
“Oí el crujido —recuerda esta niña de 10 años de Bentonville, Arkansas—. Me dolió mucho y me asusté”.
Paisley se había roto el codo. Un cirujano le puso un tornillo de metal en el codo para sujetarlo en su sitio. Pero dice que lo peor no fue el dolor. Era no poder animar.
Paisley es parte de los más de 3.5 millones de animadores que hay en Estados Unidos. La mayoría tiene entre 6 y 17 años. Paisley entrena unas 25 horas a la semana todo el año.
“Es un deporte de riesgo —dice Paisley—. Te lanza al aire unos deportistas de tu edad. Te aventan lo más alto que pueden y tratan de recogerte antes de que toques el suelo”.
A pesar de su destreza, la animación deportiva no se considera un deporte en muchas escuelas secundarias y universidades. La Academia Americana de Pediatría (AAP) quiere que esto cambie. La AAP es un grupo de médicos que fijan pautas para proteger la salud y seguridad de los niños. En noviembre, la AAP publicó un informe sobre los riesgos de la animación deportiva. El informe pide también que se reconozca formalmente como deporte. Los expertos esperan que esto mejore el reglamento de seguridad de la animación.