Catherine Macdonald nunca olvidará la primera vez que vio un tiburón. Tenía alrededor de 8 años y estaba en una playa en Carolina del Sur. Un pescador había atrapado a un pequeño tiburón cabeza de bonete y lo había traído a la orilla. Los adultos en la playa parecían preocupados.
“Miraba a este pequeño tiburón triste, que jadeaba—recuerda Macdonald. Ahora es una científica que estudia a los tiburones en la Universidad de Miami en Florida—. Y pensé: ‘No creo que seamos nosotros los que estamos en peligro”.
Los tiburones cabeza de bonete, como la mayoría de los tiburones, no representan una amenaza para los humanos. Aún así, suelen tener la reputación de comedores de hombres. En realidad, los tiburones tienen más que temer de nosotros que nosotros de ellos.