Una noche del otoño pasado, Kaliyah se despertó como a las dos de la madrugada. “Apenas podía respirar”, recordó Kaliyah. Saltó de la cama para averiguar qué pasaba y vio fuego en la estufa de la cocina. Las llamas empezaban a extenderse.
Kaliyah no se asustó. Gracias a un simulacro de incendio en su escuela, sabía exactamente qué hacer. Se tapó la nariz y la boca con un pañuelo para bloquear el humo. Luego se tiró al suelo, donde hay menos humo. Kaliyah gateó hasta la habitación de su madre para despertarla. Luego despertó a sus hermanos pequeños. Incluso cargó con algunos de ellos al hombro y los sacó afuera.
“Tenía miedo, pero estaba más centrada en intentar sacar a todo el mundo”, dijo Kaliyah.
Los bomberos llegaron y apagaron las llamas. La casa quedó destruida. Pero gracias a Kaliyah, nadie resultó herido.
Consejo de Kaliyah: “Trata de no dejarte llevar por el pánico. Si lo haces, no podrás pensar con claridad”.