Las autoridades vigilan constantemente a las ratas, que pueden colarse en los barcos que llegan a St. Paul. Una sola rata podría representar una amenaza porque mata y come a las aves marinas y altera el ecosistema de la isla.
Tras el avistamiento de junio, un “equipo antiratas” comenzó a buscar al roedor con cámaras con sensores de movimiento y luces especiales que detectan la orina de las ratas. El equipo también coloca trampas. Las autoridades temen que la rata pueda estar embarazada.
“Las ratas seguirán reproduciéndose y dañando la vida silvestre por siempre”, dice Steve Delehanty. Es responsable del Refugio Nacional Marítimo de Vida Silvestre de Alaska. El grupo protege la vida silvestre.
La última vez que se vio una rata en la isla, en 2018, estuvo suelta por casi un año. Los residentes de St. Paul no pararán hasta encontrar a esta.
“Quieren mantener su isla sana y llena de aves silvestres”, dice Delehanty.